RUTES I XERRADES

L'APASSIONANT MÓN DE LES PLANTES, LES SEVES VIRTUTS, LES LLEGENDES, UN UNIVERS PER DESCOBRIR

TRES HOMBRES BUENOS

Duerme. El niño que fui y que en mí permanece. Duerme la noche más bella, que quiere breve. A la carrera duerme. Y sueña regalos y un nervioso rasgar de papeles. Pero el sueño es travieso, me hace un guiño y juega al escondite con mis juguetes. En su lugar, un hilo leve, como de araña de luz que teje un sendero al cielo.
El corazón de un niño no conoce la duda y un sueño no miente. Promete maravillas, si me atrevo. Trepo. Asciendo. Sigo la huella de alas y vientos que me llevan siempre más alto y aún, aún más lejos. Tras el último velo alcanzo un piano al vuelo, que sueña que sueña. Me aúpa, me acoge en su regazo y dulcemente me acuna. Me besa el alma. Me agita. Me canta canciones nuevas que desde siempre en mí anidan. Me canta, me cuenta:

Había una vez tres hombres buenos.
Nobles entre los puros, señores amados de tierras felices.
El cielo de sus sueños alumbró una señal.
Y urgió un destino. Un camino.
Cortejo de reyes como jamás existió.
Cruzando fronteras amaneció un mundo nuevo. Bello. Triste.
Una morada pobre, apenas un nido. Un huerto avaro. Unas manos antiguas. Hambre.
Ofrece el monarca pan y brazos. Los más fornidos. Siembra esperanza, enciende el sueño y sigue el camino.
Pueblos grises. Rescoldo y cenizas. Almas ausentes, heridas. Paredes vencidas. Guerra.
Una lágrima. El rey dispone deshacer desatinos. Sabios y manos son bienvenidos. Palpita el sueño. La vida resurge. Entre risas de niños, el menguado cortejo vuelve al camino.
Unos pies se arrastran. Humillados, cansinos. Soledades.
El rey descabalga, susurra el sueño y retoma el camino. Un ser renacido canta su alegría a galope tendido.
Dos seres bellos, vestidos de harapos, celebran su amor. Amor y pobreza.
El Señor se desprende de joyas y manto. Esta vez ordena a su última compañía que festeje. Estalla la fiesta, perdura más allá del adiós.
El hombre sabio comparte el sueño, sonríe y se hace camino.
La señal lo quiso. Tres hombres buenos reúnen caminos. Sandalias y túnica de lino.
El sueño, uno, llega a su destino.
Se arrodillan ante el niño. Todo luz. Ofrecen corazón de oro, alma de incienso, amor de mirra.

Se funden el cielo y la tierra
En los ojos del Niño
Reina la paz verdadera
En los ojos del Niño
Arde el amor sin fronteras
En los ojos del Niño
Vive la esperanza eterna
En los ojos de cada niño que hoy sueña.

Desde lo profundo de los tiempos nos invitan: Cerrad los ojos. Cerrad los ojos y compartid el sueño. Ahora. Por los siglos de los siglos.